Cuando el destino nos alcance
Suena a película blandurria y romanticona con Meg Ryan y su inseparable galán de turno (pongamos que toca Tom Hanks), con fantasma y amor que supera a la muerte, pero no. Nada que ver. Es el título de una excelente cinta en general, y diría, sin ser un experto, que es una obra maestra de la ciencia ficción de los años setenta.
Es una de esas pequeñas joyas que te encuentras sumergiéndote en la ingente base de datos de peliculayonkis.com y rebuscando, rebuscando muy bien. Una de esas que te llama la atención, seguramente por su pinta rara, harto de ver clásicos y las 1000 películas que debes ver antes de morir. Ligera, pero entretenida y con un gran guión que te engancha y te hace pensar.
Vamos con la ficha. En inglés se tituló Soylent Green y fue dirigida por Richard Fleischer en 1973, sobre una novela de Harry Harrison de 1966 llamada ¡Hagan sitio, hagan sitio! La protagonizan ante todo un gran Charlton Heston como el policía Robert Thorn, bien escoltado por Edward G. Robinson (Sol Roth) y Leigh Taylor-Young (Shirl). Resulta que es una película llena de referencias, y prácticamente de culto. Y yo con estos pelos.
Superpoblación y escasez alimentaria; ¿nos suena de algo?
A grandes rasgos, el argumento es una trama policial desarrollada en un futuro cercano pero muy sombrío: una ciudad de Nueva York superpoblada donde escasean todos los recursos. La masa sobrevive en una ola de calor perpetua a base de alimentos manufacturados por la compañía Soylent: abundan el soylent rojo y amarillo, y llega la novedad del verde, a base de plancton.
Sólo una élite rica dispone, en sus exclusivos y vigilados barrios, de alimentos naturales, muy apreciados, lujosos apartamentos y otras facilidades. Uno de ellos, el magnate Simonson, accionista de Soylent, muere en extrañas circunstancias. Thorn intentará solucionar el caso, mientras intenta descubrir una verdad subyacente más profunda y aterradora de lo que cabría imaginar con la ayuda de Sol y el apoyo de Shirl, parte del “mobiliario” de Simonson.
Y hasta aquí puedo leer sin destripar la película. Y, creedme, merece la pena verla, sobre todo si os atraen las películas un poco “avintajadas”, o sea, viejas pero a las que se le puede encontrar un encanto en sus anacronías, y más todavía en sus aciertos a la hora de prevenir futuros que se nos acercan progresivamente. Pone los pelos de punta imaginar cuán cerca estaremos de este…